Por: Luis Carlos Valencia
Docente Middle School
Este año se celebró el IV concurso de poesía Palabras al viento, en la sección Middle School en nuestra institución, en el marco de la Semana del Idioma. Como área de español siempre ha sido para nosotros motivo de orgullo abrir estos espacios para que los y las estudiantes logren exteriorizar sus percepciones a través de la palabra.
El primer concurso realizado nació bajo la necesidad, primordial, de retomar la palabra escrita, dado a las problemáticas que había traído consigo la virtualidad en cuanto al abandono del cuaderno y el volcamiento intempestivo de nuestras actividades a una pantalla.
Nunca va a ser fácil convocar para escribir, teniendo en cuenta que la escritura, en palabras de Estanislao Zuleta, es un desalojo. ¿Quién desea desalojar aquello que trae consigo para que el otro lo vea? La tarea de mostrarse, desde la palabra, termina siendo un acto de fe.
Somos temerosos de las reacciones e impresiones que los demás puedan tener sobre aquello que es tan íntimo y profundo. Sin embargo, y para la sorpresa de aquellos que tuvimos la oportunidad de ver nacer este ejercicio, hubo alta receptividad y la vinculación fue casi inmediata.
Hoy, a cuatro años del primer certamen, podemos decir que el concurso ha cimentado unas bases sólidas entre el quehacer de los estudiantes, pues estos lo reconocen y buscan participar de él, más allá de una premiación o reconocimiento, han encontrado en el ejercicio de la escritura, y más precisamente en la poesía, una manifestación viva de su individualidad y relación con el mundo.
Hacia otras experiencias significativas
Abrir espacios en donde se fomente la escritura ha posibilitado también otras experiencias vinculadas a esta. Hoy por hoy, tenemos experiencias de estudiantes que escriben las letras de canciones, porque sus metas a mediano plazo es encontrar un espacio en el mundo de la música.
Otros, sueñan con escribir sus propios textos y publicarlos, dando muestras de su talento no sólo en el certamen, sino también en proyectos finales que se desarrollan dentro de la sección Middle School como los libros álbum, revistas literarias e informativas, periódicos de época y ensayos académicos para espacios de conocimiento como el CSMUN y los congresos de filosofía.
Por otro lado, es evidente el enorme interés que los estudiantes han ido mostrando por la literatura. Desde el concurso de poesía, se ha abierto una puerta hacia la pluralidad de autores y sus obras, asi como la vinculación de estos con plataformas de la actualidad tales como series, videos musicales, videojuegos, entre otros.
Para aquellos que acompañamos el proceso de formación de los estudiantes en lengua castellana es imperativo situar la lectura y la escritura a la altura de su tiempo, por eso la pertinencia (paradójica, considerando la génesis del concurso y dicho sea de paso, de este texto) de enaltecer la lectura y la escritura, sin desprestigiar las nuevas herramientas y tecnologías que hoy día, coexisten en las aulas con los niños y niñas.
Enseñar un estilo de vida
No hay un manual de instrucciones para enseñar a leer; no existen píldoras ni atajos. Mucho menos para la escritura con sentido, de esa que vibra en lo profundo del alma y busca salir. Por ello, se habla de promoción de la lectura, pues la única forma de enseñarla es a través del ejemplo.
Siempre me ha gustado pensar que leer es como ir al gimnasio o comer sano, es una decisión de vida que parte desde la voluntad misma. En la actualidad, aunque se lee en cantidades inconmensurables, se cuestiona fuertemente el qué y el cómo.
Se consumen textos breves, veloces y fragmentados, y la mayoría de las veces desprovistos de profundidad o análisis crítico. Ante este panorama, el reto de educar lectores conscientes, capaces de interpretar, cuestionar y transformar la realidad a través de la palabra, se vuelve más urgente que nunca.
Así, leer no es sólo decodificar signos, es también habitar otros mundos, confrontar ideas, y, sobre todo, construir humanidad. Y justamente a eso estamos llamados los docentes, y no sólo los de español, sino todos los que aún creemos que educar no es complacer ni entretener, sino incomodar, sacudir conciencias y sembrar preguntas.
En tiempos donde reina la inmediatez y el pensamiento fácil, enseñar a leer con profundidad es casi un acto imperativo. Kakfa decía que un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Que esa hacha, hoy más que nunca, sea empuñada desde las aulas.